Bienvenidos

La puesta en marcha del Taller Literario Un espacio propio es mi respuesta a la reiterada solicitud de alumnos y exalumnos de la Universidad Nacional de La Matanza a los que he acompañado en su proceso de enseñanza-aprendizaje.

La carencia de capacidades metodológicas y técnicas, así como también interpretativas y expresivas en las prácticas de la lecto-escritura de los alumnos egresados del nivel Polimodal en los últimos años es un problema que nos atañe a todos. Son los jóvenes los primeros en notar que no cuentan con las herramientas necesarias para triunfar en la interacción social y llevar la comunicación a una concreta efectivización. Son, también, ellos los primeros en solicitar ayuda. Este proyecto es mi respuesta.

Por otra parte, es cada día mayor el número de personas que, ante las pocas posibilidades de expansión cultural que proveen los medios y el mundo del “arte”, se acercan al ámbito universitario en busca de un espacio para la intelección y el desarrollo cultural. Por esta razón, nuestro proyecto se abre a la comunidad en general y, por lo tanto, extiende también sus objetivos y su línea de actividades.

El Taller se propone como un espacio para la iniciación -en algunos casos-, el desarrollo, el perfeccionamiento y el afianzamiento de los conocimientos y las capacidades indispensables para el logro de una comunicación humana efectiva. En esa tarea, inigualable por las posibilidades que ofrece, se articulan dos series de actividades que solo pueden adquirirse si se las presenta simultáneamente: la lectura y la escritura.

La lectura no debe ser entendida como una actividad supeditada a las necesidades del estudio, si bien es la principal herramienta del mismo. La lectura es un medio para el crecimiento intelectual y espiritual, a la vez que un instrumento para el accionar humano sobre la sociedad y sobre el sí mismo. “Un cuento puede salvar una vida”, afirmaba Roland Barthes en referencia a la astucia empleada por Sherezade, la heroína de Las mil y una noches. El pensador francés destacaba, así, las posibilidades que se abren al sujeto que “puede” leer y escribir correctamente.

Consideramos, entonces, que ofrecer un espacio para la práctica cotidiana y el desarrollo constante de estas capacidades es una obligación del sistema educativo argentino. La Universidad Nacional de La Matanza hace años que viene dando muestras de preocupación por el crecimiento educativo de su población: es una Universidad que, inserta en el partido más populoso y, tal vez, más complejo de la Provincia de Buenos Aires se erige como un símbolo de que la autosuperación es una posibilidad que se hace camino al andar.

La Literatura es un arte, y no una materia de escuela. Así debe ser tratada y transmitida. La Literatura no se enseña, se muestra, como las obras de arte… y se percibe, se siente. Y, recién, entonces, se comprende.

Escribir literatura no es una tarea fácil porque no depende del aprendizaje de una serie de reglas gramaticales. Nuestra intención, en el Taller, no es formar escritores sino ofrecer las posibilidades de comprensión del arte literario y, a partir de allí, fomentar el ejercicio de la expresión libre y propia.

El mundo ya no cultiva los secretos encerrados en los textos, ya nadie escucha el susurro del lenguaje, los ecos de las voces de los grandes artistas se van apagando poco a poco…

Hoy abrimos Un espacio propio con la intención de recuperar algunos ecos… y hacer que estos revivan en la recepción y en las producciones de nuestros talleristas.

sábado, 9 de junio de 2007

Tres portugueses bajo un paraguas, de Rodolfo Walsh

1

El primero portugués era alto y flaco. El segundo portugués era bajo y gordo. El tercer portugués era mediano. El cuarto portugués estaba muerto. 2 - ¿Quién fue?- preguntó el comisario Jiménez. - Yo no - dijo el primer portugués. - Yo tampoco - dijo el segundo portugués. - Yo menos - dijo el tercer portugués. 3 Daniel Hernández puso los cuatro sombreros sobre el escritorio. El sombrero del primer portugués estaba mojado adelante. El sombrero del segundo portugués estaba seco en el medio. El sombrero del tercer portugués estaba mojado adelante. El sombrero del cuarto portugués estaba todo mojado. 4 - ¿Qué hacían en esa esquina? - preguntó el comisario Jiménez. - Esperábamos un taxi - dijo el primer portugués. - Llovía muchísimo - dijo el segundo portugués. - ¡Cómo llovía! - dijo el tercer portugués. El cuarto portugués dormía la muerte dentro de su grueso sobretodo. 5 - ¿Quién vio lo que pasó? - preguntó Daniel Hernández. - Yo miraba hacia el norte - dijo el primer portugués. - Yo miraba hacia el este - dijo el segundo portugués. - Yo miraba hacia el sur - dijo el tercer portugués. El cuarto portugués estaba muerto. Murió mirando hacia el oeste. 6 - ¿Quién tenía el paraguas? - preguntó el comisario Jiménez. - Yo tampoco - dijo el primer portugués. - Yo soy bajo y gordo - dijo el segundo portugués. - El paraguas era chico - dijo el tercer portugués. El cuarto portugués no dijo nada. Tenía una bala en la nuca. 7 - ¿Quién oyó el tiro? - preguntó Daniel Hernández. - Yo soy corto de vista - dijo el primer portugués. - La noche era oscura - dijo el segundo portugués. - Tronaba y tronaba - dijo el tercer portugués. El cuarto portugués estaba borracho de muerte. 8 - ¿Cuándo vieron al muerto? - preguntó el comisario Jiménez. - Cuando acabó de llover - dijo el primer portugués. - Cuando acabó de tronar - dijo el segundo portugués. - Cuando acabó de morir - dijo el tercer portugués. Cuando acabó de morir. 9 - ¿Qué hicieron entonces? - preguntó Daniel Hernández. - Yo me saqué el sombrero - dijo el primer portugués. - Yo me descubrí - dijo el segundo portugués. - Mis homenajes al muerto - dijo el tercer portugués. Los cuatro sombreros sobre la mesa. 10 - Entonces, ¿qué hicieron? - preguntó el comisario Jiménez. - Uno maldijo la suerte - dijo el primer portugués. - Uno cerró el paraguas - dijo el segundo portugués. - Uno nos trajo corriendo - dijo el tercer portugués. El muerto estaba muerto. 11 - Usted lo mató - dijo Daniel Hernández. - ¿Yo, señor? - preguntó el primer portugués. - No, señor - dijo Daniel Hernández. - ¿Yo, señor? - preguntó el segundo portugués. - Sí, señor - dijo Daniel Hernández.

12 - Uno mató, uno murió, los otros dos no vieron nada - dijo Daniel Hernández. - Uno miraba al norte, otro al este, otro al sur, el muerto al oeste. Habían convenido en vigilar cada uno una bocacalle distinta, para tener más posibilidades de descubrir un taxímetro en una noche tormentosa. "El paraguas era chico y ustedes eran cuatro. Mientras esperaban, la lluvia les mojó la parte delantera del sombrero.

"El que miraba al norte y el que miraba al sur no tenían que darse vuelta para matar al que miraba al oeste. Les bastaba mover el brazo izquierdo o derecho a un costado. El que miraba al este, en cambio, tenía que darse vuelta del todo, porque estaba de espaldas a la víctima. Pero al darse vuelta se le mojó la parte de atrás del sombrero. Su sombrero está seco en el medio; es decir, mojado adelante y atrás. Los otros dos sombreros se mojaron solamente adelante, porque cuando sus dueños se dieron vuelta para mirar el cadáver, había dejado de llover. Y el sombrero del muerto se mojó por completo por el pavimento húmedo.

"El asesino utilizó un arma de muy reducido calibre, un matagatos de esos con que juegan los chicos o que llevan algunas mujeres en sus carteras. La detonación se confundió con los truenos (esta noche hubo tormenta eléctrica particularmente intensa). Pero el segundo portugués tuvo que localizar en la oscuridad el único punto realmente vulnerable a un arma tan pequeña: la nuca de su víctima, entre el grueso sobretodo y el engañoso sombrero. En esos pocos segundos, el fuerte chaparrón le empapó la parte posterior del sombrero. El suyo es el único que presenta esa particularidad. Por lo tanto es el culpable."

El primero portugués se fue a su casa. Al segundo no lo dejaron. El tercero se llevó el paraguas. El cuarto portugués estaba muerto. Muerto.

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